Guadalajara, México, 26 nov (PL) Miles de personas amanecieron hoy en el Foro de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara por una buena razón: el magnetismo y la energía de Lila Downs, una reina de México.
La reconocida folclorista no solo rindió tributo a lo más humilde de sus raíces sino que supo elevar la música mexicana a un nivel de exquisitez y universalidad apreciado por el público tan diverso de un evento en el cual coinciden representantes de más de 40 naciones.
El concierto convocado por la FIL comenzó la víspera con el cantante Gil do Carmo sobre la escena del Foro; pues su natal Portugal es el país Invitado de Honor de la 32 edición de la cita.
Aunque el tono plano del vocalista y la falta de potencia aburrió a la mayoría de los presentes, nadie se movió del sitio.
De sobras era sabido que detrás venía un volcán, la Downs ya no sorprende, todos dan por sentada su calidad y carisma, la manera de vestir tan colorida y peculiar, la evocación a los ancestros, los buches de tequila, los desafíos, el baile, los saltos y la voz mejor, mejor y mejor, uno no se explica cómo.
Es una reina, el delirio de lo grande
El propio Do Carmo se había referido a ella varias veces como una reina y la folclorista apareció con su habitual intensidad dramática, dispuesta a reclamar justicia social y a rendir honores a quienes lo merecen.
Mezcalito fue el primer regalo musical del espectáculo y, para mayor delirio de la audiencia, recitó un fragmento de la novela Pedro Páramo, del mexicano Juan Rulfo; así introdujo Humito de Copal, siguió con el bolero Naila y una canción dedicada a las mujeres que trabajan con el maíz.
Downs insistió en la necesidad de recordar cada vez más la historia y cantó un tema a Benito Juárez, quien fuera un gran presidente, según dijo.
Otra vez el público se le sumó de coro cuando interpretó Vámonos, de José Alfredo Jiménez; Urge, de Martín Urieta; y Bésame mucho, de Consuelito Velázquez, esta última a dúo desigual con Do Carmo pues la ganadora de un Grammy y cinco Grammy Latinos hizo alarde de sus cualidades vocales.
Mi herencia es una advertencia, ya lo dice por lo claro su canción Envidia, luego de la cual se cubrió con un pañuelo el pelo para retornar al repertorio popular mexicano, a su natal Oaxaca, donde se ubica el origen de La Llorona.
Junto a una banda de excelentes instrumentistas, la propia músico acompañó con el cuatro Viene la Muerte Echando Rasero, y manejó la escala musical a su antojo en Cucurrucucu Paloma, Clandestino y Cruz de olvido.
Para cerrar había calculado su éxito Zapata se queda, pero el público no dejaba de pedir otra, así que tuvo que hacer dos más y salir corriendo, o estuviera cantando todavía.